lunes, 5 de marzo de 2012

I CONGRESO NACIONAL DE ESCRITORES DE LITERATURA FANTÁSTICA Y CIENCIA FICCIÓN PERUANA




I CONGRESO NACIONAL DE ESCRITORES DE LITERATURA FANTÁSTICA Y CIENCIA FICCIÓN PERUANA


24, 25 & 26 de Febrero de 2011

Sala de Conferencias de la
CASA DE LA LITERATURA PERUANA


Programa

Jueves 24 de febrero

Inauguración 16:30- 16:40 hrs
Elton Honores, Universidad San Ignacio de Loyola
Karen Calderón, Casa de la Literatura Peruana

Mesa 1
Intrusiones fantásticas: entre la vanguardia y lo extraño 16: 40- 17: 40 hrs

El género fantástico y el sentido de mexicanidad
(de José María Roa Bárcena a Rafael Olea Franco)
Rolando Álvarez
Universidad de Guanajuato – México

Lo fantástico y su relación con la vanguardia narrativa peruana:
Una lectura de Los sapos y otras personas de Alberto Hidalgo
Juan Cuya
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Biografía fantástica. Una lectura de la novela
Biografía ilustrada de Mishima (2009) de Mario Bellatin
Judith Paredes
Universidad Nacional Federico Villarreal


Mesa 2
Narrativa fantástica peruana contemporánea I: 17: 45- 18:55 hrs
Participan: Carlos Herrera, José Donayre, José Güich, César Silva Santisteban & Enrique Prochazka

Presentación del libro: 19:00- 20:00 hrs
Mundos imposibles
Lo fantástico en la narrativa peruana
Elton Honores

Presentan: Santiago López Maguiña, Marcel Velázquez & César Silva Santisteban




Viernes 25 de febrero

Mesa 3
Clásicos de la literatura fantástica peruana 14: 30 – 15: 25 hrs

Entre el naturalismo y lo fantástico:
la literatura francesa en los cuentos de Clemente Palma
Javier Suárez
Pontifica Universidad Católica del Perú

Lo fantástico en el “Hipocampo de oro” de Abraham Valdelomar
Jonathan Suárez
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Un testimonio de lector de la modernidad avasallante en Adolph
Christian Espinoza
Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Mesa 4
Exhumaciones de lo fantástico 15:30 – 16: 35 hrs

El subtexto del discurso enciclopedista en 999 palabras para el planeta Tierra.
Una entrada a la ciencia ficción de Enrique Congrains
Francisco Najarro
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Transgresión y castigo: “María marimacha”.
Análisis de un antiguo relato oral fantástico limeño
César Espinoza
Universidad Nacional Federico Villarreal

Un cuento fantástico: antimimésis y desdoblamiento corporal.
El caso de Juan "el Amarillo" de Telmo Salinas García (1945)
Jhonny Pacheco
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

La imagen del doble en "El manco" de Manuel González Prada
Eduardo Lino
Universidad Antonio Ruiz de Montoya

Mesa 5
Operas primas: el sentimiento de lo fantástico 16:40- 17:50 hrs.
Participan: Jeremy Torres, Yeniva Fernández, Augusto Murillo de los Ríos, Carlos E. Freyre & Julio Meza Díaz




Mesa 6
Reflexiones sobre el terror fantástico 17: 55- 18:55 hrs

Stephen King: más allá del terror comercial
Daniel Salvo
Escritor y periodista

Dean R. Koontz o el terror contemporáneo
Carlos Saldívar
Escritor

H.P. Lovecraft: un hombre perdido en el tiempo
Alejandro Neyra
Escritor y diplomático

Presentación del libro 19:00: 20:00 hrs
Los que moran en las sombras.
Asedios al vampiro en la narrativa peruana
Elton Honores & Gonzalo Portals

Comentarios de Carlos Calderón Fajardo, José Güich & José Donayre


Sábado 26 de febrero


Conferencia Magistral 15:00- 16:00 hrs

El horror de lo cotidiano: literatura fantástica y transgresión (Lectura)
David Roas
Universidad Autónoma de Barcelona – España


Mesa 7
Fantástico, Fantasy & CF en el Perú 16:10- 17:20 hrs.
Participan: Iván Bolaños, Hans Rothgiesser, Mónica Belevan, Pedro Félix Novoa & Alexis Iparraguirre

Mesa 8
Teatro y narrativa gráfica de CF latinoamericana 17: 25 -18:45 hrs

CF en el teatro de Juan Rivera Saavedra
Mary Oscátegui
Directora de teatro

Ellos, autómatas y solidarios: dominación y resistencia
en El Eternauta (Oesterheld / Solano)
Arturo Córdova
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Los juguetes macabros en Toy Box de Diego Rondón Almuelle
Víctor Hugo Asencios
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Algunos alcances sobre lo fantástico y la ciencia ficción
en la historieta latinoamericana
Raschid Rabí
Universidad Antonio Ruiz de Montoya


Mesa 9
Literatura fantástica peruana contemporánea II
La minificción en la Generación del 50 18:50 - 19: 50 hrs.
Lectura de textos de:
Juan Rivera Saavedra, Manuel Velázquez Rojas & Raquel Jodorowsky


Clausura: 19:50- 20:00 hrs.

Brindis de honor.



Actividad paralela: Sábado 26 de febrero 15:00 – 20:00 hrs
Exhibición y venta de revistas de literatura peruana y libros de autores nacionales
Participan: Cuerpo de la Metáfora Editores, Tinta Expresa Revista de literatura, Ínsula Barataria Revista de literatura y cultura, Ajos & Zafiros Revista de literatura, Argonautas Revista de fantasía, misterio y ciencia ficción, Ediciones SM, Estruendomudo, Editorial Casatomada, TXT Revista de creación, El Horla Fanzine.



Ingreso Libre

Casa de la Literatura Peruana
Jr. Ancash 207 - (Antigua estación de Desamparados) - Cercado de Lima.

Christian Espinoza. Un testimonio de lector de la modernidad avasallante en Adolph

Un testimonio de lector de la modernidad avasallante en Adolph

Christian Espinoza

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Es la primera vez que me siento tentado a no seguir los parámetros formales de las formas académicas de una conferencia, dado que quizá siento que debo ir más allá de la formulación de conceptos. Quiero fijar la modernidad por el lado del saber, es decir como lo afirmaba el grupo modernidad /colonialidad de pensadores latinoamericanos, la modernidad implica la imposición de un saber (que era eurocéntrico desde las épocas del colonialismo) sobre los otros y ello conlleva a una forma de dominio que se naturaliza y se vuelve parte de la norma. Esto siempre pasa con la tecnología en el sentido que hay algo que se ha naturalizado tanto que la relación con ese objeto tecnológico se vuelve parte de la forma de convivencia y el salir de la forma de vida con respecto a ella parece anormal. En los narradores de José B. Adolph esta posición se encuentra frecuentemente como en los cuentos de Hasta que la muerte de 1971. Yo pondría como un ejemplo al uso del metropolitano en Lima. Quizá esa forma de transporte se haya naturalizado tanto que no tomamos conciencia que genere un inmenso caos y atoro vehicular debido al inmenso espacio que le quita al resto del transporte. Aunque la solución sea eliminar el metropolitano porque reduce los espacios públicos, ello debido a la naturalización que implica el uso de la tecnología sería visto como una locura.

Por otra parte quisiera tomar en cuenta que el capitalismo necesita instaurar formas de consumo que aseguren la productividad controlada para vender una cierta imagen de desarrollo y que para ello necesita enganchar en nuestros cuerpos a través de discursos que no apelan a la racionalidad sino a todo lo contrario, utilizando sin embargo una apariencia racional en el uso de los mismos. Las propagandas del uso de medicamentos genéricos para enfermedades curables son los mismos en la televisión serían un ejemplo de ello. En el fondo no los necesitamos pero igual hay que comprarlos porque aseguran y nos proporcionan seguridad. Quiere decir que hoy día que la medicina también instaura en los cuerpos nuevas formas de reproducir los espacios de tiempo de vida, debido a que al prolongar la vida misma y el nivel de esperanza de vida instauran la necesidad de pagar un sentido por la existencia hasta etapas en donde no habíamos pensado. Con ello no quiero formular que vivir más años sea un lastre que hay que obviar sino que es un problema que hay que afrontar en la cuestión de pagarle a la vida con un sentido personal que haga consistente la vida hasta esos años cuando antes no se la había pensado. Un ejemplo de ello sería el texto de Adolph “La muerte moderna” en donde el personaje piensa en cómo será su existencia después de salir de una operación para la cual consideraba que no saldría vivo: “avisarle decirle aquí estoy en un lecho, con miríadas de seres que revolotean en mi tratando de coger la vida y detener el desgajarse de los tejidos”.

¿Cómo inventar un lenguaje para contar esa vida en donde no se ha pensado que sería vida? ¿Cómo enfrentarse al decir de algo que el narrador considera la nada y que sin embargo se ve atravesado por la necesidad de no querer estar con los otros y necesitar de ellos al mismo tiempo?

Son las contradicciones que marcan el lenguaje las que de alguna manera les prolongan la vida en tanto que el narrador al responder por ellas pagará un sentido que no venía en la cuenta. Morir por el contrario según el narrador de Adolph de “La muerte moderna” es irse con la cuenta cobrándola sin que se la paguen dado que el mundo ya no le responde y la capacidad de hablar en él y por él está definitivamente suspendida y terminada.

La modernidad avasallante en Adolph seria esa experiencia en donde la tecnología se ha acoplado tanto a la vida del ser humano que el desarrollo es impensable sin un devenir de los objetos que esa ideología tecnológica ha pensado y en donde el sentido humano de la voz individual en tanto que aporta sentido importa menos que el sistema que sostiene a la evolución de los aparatos tecnológicos. Es la supremacía y creencia absoluta del desarrollo basada en la superioridad colectiva de un sistema de maquinas en desmedro de la palabra, de la voz subjetiva. Es la idea de necesitar estar más conectado en internet por encontrarse más desconectado del mundo donde se cumple la paradoja histérica y narcisista de no querer estar con los otros pero verse necesitado de ellos, aunque ello implique una lucha hasta el punto de la muerte con tal de no reconocerlo.

La crisis de la falta de subjetividad se encuentra en la literatura tal vez como el destino que siempre estará obligado a pasar en Adolph. Gracias a este encuentro se puede decir que el dominio de una modernidad avasallante encuentra la crisis y emerge el sujeto que es lo que es considerado como el resto de una cadena de consumo en tanto que se vuelve mercancía. Son gracias a los restos inconformes con esa adecuación tecnológica que existirá una humanidad no como idea sino como acto, resultado de la paradoja de no querer reconocer al otro pero haberlo necesitado.

Daniel Salvo. Stephen King: más allá del terror comercial

Stephen King: más allá del terror comercial

Daniel Salvo

Primer contacto: la película extraño presentimiento, basada en Carrie.

Mi primer contacto con Stephen King fue indirecto. En el año 1976, se estrenó una película de terror con el título “Extraño presentimiento”, que no pude ver por ser menor de edad, a pesar de mi afición a la ciencia ficción y el terror. Dicha película fue muy comentada en ese entonces, pues fue dirigida nada menos que por Brian de Palma, tenido por discípulo de Alfred Hitchcock. Hace poco pude verla en una mala copia de DVD, que no impide apreciar la peculiar manera que tenía De Palma para tratar el tema (adolescente marginada que descubre que tiene poderes síquicos). Memorable también por su final, a contracorriente de los clásicos finales de las películas de terror: en lugar de ver al mal vencido para siempre, otra vuelta de tuerca nos recordaba que podía continuar.
En 1986, diez años después y ya en la universidad, supe que antes de convertirse en película, la trágica vida de la protagonista, Carrie White, había surgido de la pluma de un escritor cuyo nombre conocía de oídas (o leídas): Stephen King, y que “Extraño presentimiento” estaba basada nada menos que en su primera novela, Carrie, publicada en 1974.
Para mí, fue toda una decepción.

Segundo contacto: Stephen King etiquetado como autor de thrillers comerciales.

¿Por qué una decepción? Recordemos que estamos a mediados de los ochenta, a sólo seis años del fin de la dictadura militar. Estamos todavía en un mundo polarizado, donde sólo podías existir si te definías como de derechas o de izquierdas. Un mundo jerarquizado en el cual el terror y la ciencia ficción estaban fuera de lo que se consideraba “literatura”. Un mundo en el que Stephen King no podía ser considerado un escritor.
Y en efecto, así era tratado por los medios de comunicación de la época. En una columna de un diario de la época (disculpen la falta de precisión), se hacía eco de esa percepción de Stephen King como mero “autor comercial” que de él tenía cierto público norteamericano, al punto de habérsele dedicado una caricatura en la que aparecían él y su familia como unos gordos devoradores de billetes.
Y yo, que tenía esas ínfulas de lector culto –o mejor dicho, “culturoso”–, me hice la promesa de que nunca perdería el tiempo leyendo a Stephen King.

Tercer contacto: José B. Adolph prestando libros.

El año 2002 marca un punto de inflexión en mi vida. Inicié la redacción de “Ciencia Ficción Perú” y tuve el honor de conocer a un grande de nuestra literatura: José B. Adolph. Inclasificable como pocos, José solía prestarme todo tipo de libros, aparte de los suyos poco fáciles de encontrar. Un buen día –jueves, que eran los días usuales en los que lo visitaba–, me prestó una novela de Stephen King: Ojos de fuego.
Como en la película Casablanca, fue el inicio de una larga amistad. Toda noción de “terror comercial” que tenía en mente se borró de un plumazo. En lugar de un escritor repetitivo, lleno de fórmulas y trucos para decir lo mismo en todas sus historias –tal es la idea que tengo de la ficción comercial–, aparecía alguien con el don de sacar eso que llamamos miedo a partir de anécdotas tan aparentemente triviales como colocarse una máscara de cartón tirada en el piso, perderse buscando una dirección o tratar de convencer a un niño de que no existe el cuco.

Cuarto contacto: Mientras escribo

Podríamos pasar horas y horas en torno a las historias que ha escrito Stephen King, que cuentan con gran cantidad de seguidores… y detractores, también. Pero en lo que sí existe cierta unanimidad es en la valoración de una de sus obras de no ficción, que gira en torno a uno de los aspectos más importantes de su narrativa: precisamente, el cómo se hace, cómo escribe Stephen King. A medias autobiografía, a medias manual de escritura, el título Mientras escribo (On writing) nos muestra que la vida de Stephen King puede ser tan fascinante como sus ficciones.
¿Y sobre su método? Asombra descubrir que Stephen King no se considera un autor “de género” (terror, ciencia ficción, fantasía), sino simplemente un escritor. King asume que las historias “ya existen”, pero están enterradas, como vestigios arqueológicos, y que es labor del escritor que se las encuentra el sacarlas a la luz. ¿Y cómo? Pues a través de la palabra escrita, de la ortografía, del vocabulario, los diálogos...
Algunos escritores adoptan una etiqueta. Se consideran a sí mismos escritores “de”, y añaden la etiqueta que consideran correcta o les gusta más (ciencia ficción, fantasía, terror gótico, novela histórica, novela urbana…las que la imaginación humana pueda crear). Los lectores de Stephen King lo vinculamos a lo que mejor hace cuando escribe: producir la emoción del terror.
¿Cuál es la fórmula de Stephen King para lograr este terror? Difícil, por el momento, hacer un análisis exhaustivo, pero desde la lectura de sus obras y ensayos, puede vislumbrarse cierta técnica.
King sabe que los lectores tenemos emociones. El, como escritor, descubre historias que en algún momento impactarán en las emociones de los lectores. Este proceso lo asimila a una danza macabra, en la cual el lector se mueve con sus emociones, especialmente las ocultas, y el autor también se mueve con las suyas, que ha hecho explícitas mediante un cuento o novela. Al final de este movimiento, de esta danza, el lector y el escritor coinciden en la emoción.
¿Cómo se logra esta coincidencia? Pues introduciendo el terror dentro de la cotidianeidad de la vida del lector promedio. Algo que ya hicieron H.P. Lovecraft e Ira Levin: situar las historias de horror en barrios y pueblos comunes y corrientes, con restaurantes de comida rápida como “McDonald´s” o “Pizza Hut”; y no en castillos medievales. Los personajes de King también son como cualquier vecina o vecino, con su pasado de estudiantes mediocres, oficinistas divorciados, alcohólicos en recuperación o escritores con el síndrome de la página en blanco.
Entonces, King es eso que algunos odian profundamente (y que sus lectores apreciamos), un escritor de impactos, de golpes en la psique, golpes que son consecuencia de habernos mostrado historias que acaso ya conocemos por que las hemos vivido o imaginado, pero que por pudor o vergüenza, tratamos de arrimar a nuestro lado oculto. Al sacarlas de ahí, de su/nuestro lado oculto, el contraste con la imagen que nos hacemos de la realidad que creemos conocer genera el impacto emocional que nos conecta con King, el momento clave de la danza macabra que constituye una buena historia de terror.
Al final, uno descubre que muchos de los personajes de King son, como nosotros, seres más asustados de su propia humanidad que de los monstruos que puedan surgir de cualquier pesadilla.

Apostilla: Stephen King vs. Harold Bloom

En el año 2003, Stephen King obtuvo el premio National Book Award otorgado por la National Book Foundation, (Distinguished contribution to American Letters Award 2003) lo que causó un alboroto entre la comunidad literaria por la elección del escritor, especialmente de parte del crítico literario Harold Bloom (autor del polémico “El canon occidental”), quien afirmó que el premio otorgado a Stephen King era “otro golpe bajo en el chocante proceso de idiotizar nuestra vida cultural”. King, al recibir el premio, replicó: “Este premio no soluciona el complicado asunto de la literatura popular. Dentro de 20 o 30 años más, quizás, le den este premio a otro escritor que venda lo suficiente para estar en las listas de bestsellers. Pero no necesito servir de botón de muestra de los que se enorgullecen diciendo que nunca leerían nada de John Grisham, Tom Clancy, Mary Higgins Clark o de cualquier otro escritor popular. ¿Qué piensan ustedes? ¿Que se ganarán puntos sociales o académicos por estar deliberadamente fuera de contacto con nuestra cultura?"
Hay espacio para todos. Aprendamos a compartirlo.

Alejandro Neyra. H.P. Lovecraft : un hombre perdido en el tiempo

H.P. Lovecraft : un hombre perdido en el tiempo

Alejandro Neyra


Advertencia y entremés

Comenzaré con una advertencia y un breve entremés sobre el porqué estoy aquí hablando de Lovecraft, un hombre que –como yo y probablemente la mayoría, si no todos los presentes– estuvo (y permanece) perdido en el tiempo.
La advertencia debe resultar en realidad un alivio para todos ustedes. No voy a hablar aquí del tiempo del relato ni de narratología. Tuve mucho cariño por Gérard Genette y su libro Figuras III al llevar Teoría Literaria en la universidad, pero con el paso del tiempo, he aprendido que palabras como diégesis, analepsis, prolepsis, etc. asustan auditorios y hacen pensar a los legos –que son legión– que somos médicos, curanderos o, peor aún, yerbateros (Juanes dixit). De modo que seguiremos más bien la enseñanza de un verdadero genio científico como Stephen Hawking, quien por lo demás dedica su tiempo a estudiar el origen del tiempo (o del universo, que para los efectos es lo mismo), quien se dio cuenta que si seguía escribiendo como físico no ayudaría a que la gente entienda cosas que marcan nuestra vida aunque pocas veces pensemos en ellas. Volveré luego con Hawking y su historia del tiempo en esta multidisciplinaria lectura.
El entremés es la historia de por qué me decidí a escribir sobre el tiempo en Lovecraft. Lo primero que debo decir es que fue totalmente casual, una coincidencia. Elton Honores, a quien agradezco como siempre mucho por dar cabida a un informal de la literatura como yo, me preguntó si tendría interés en explorar alguien clásico como Poe o Lovecraft. Y resulta que unos días antes me había sucedido algo realmente singular. Soy un amante del cine casi tanto como de la literatura. Como saben quienes gustan del cine aquí, la única forma de ver buen cine en el Perú es en tu combo (TV + DVD casero) con películas compradas en alguno de los puestos de Polvos Azules (cherry: Yandel, Pasaje 15, tienda 1 Sótano del CC Polvos Azules). Más allá que me guste el cine, soy un amante (y algo conocedor) del cine silente, particularmente del europeo, y más específicamente del expresionismo alemán. Pero en general, pues, del cine mudo. Y gran sorpresa para mí resultó ver en el catálogo de películas mudas (sí, hay uno) The call of Cthulhu (An all new silent movie in Mythoscope). Casi sin pensar la puse en mi lista de 10 DVDs (10 porque por 10 te dan uno de yapa) y la llevé a casa. Uno de esos domingos fantásticos (por lo fantásticamente aburridos) en los que la molicie llena mi departamento decidí poner esta película esperando encontrarme con una versión de los años 20 o 30 –recordemos que el relato de Lovecraft es de 1926. Pero no fue así. Y aquí es donde empieza realmente la función.
Se trata de una película filmada con la técnica del cine mudo, dirigida por Andrew Leman y rodada el año 2005_ Y es maravillosa. Al principio podría pasarles lo que a mí, que pensé que era una versión digitalizada, pues la calidad de imagen es muy buena para ser una película de los años 20. La estupidez me duró unos cuantos minutos hasta que decidí parar el DVD y ahora sí, ver la caja del film, con lo que recién caí en cuenta de esto, que es una película moderna filmada a la usanza del tiempo en que vivió Lovecraft. La idea es interesante. Explorar la historia de Lovecraft como si pensáramos desde su tiempo –es decir desde el tiempo en que él vivió. Y recreáramos su visión de las cosas, del tiempo, de su universo de los “mitos de Cthulhu”. Es decir, la película quería encontrar el tiempo de Lovecraft y hacer una película como las que se hacían en su tiempo (en su tiempo nadie hubiera hecho una película de Lovecraft. Lamentablemente él murió casi desconocido, con publicaciones en revistas menores; era un hombre extraño, casi antisocial, de modo que hubiera resultado complicado que conociera a algún productor de cine. Peor aún, la industria del cine se desarrollaba en Estados Unidos, sí, pero en el lado totalmente opuesto a la costa Este de la que nunca salió, y desarrollando temas que resultaban precursores del estilo edulcorado de Hollywood de hoy, con la excepción de unos años iniciales de los treinta en que se pusieron de moda las películas de esos monstruos clásicos como Dracula, Frankenstein y el Hombre Lobo).
En fin, que la película usa el tiempo de Lovecraft, pero un tiempo que es el de su entorno, mas no el suyo propio. Y explicamos un poco por qué analizando la vida de Lovecraft. Para darles una idea, este es Lovecraft hacia 1934, tres años antes de morir. Su rostro alargado y el peinado cuidadoso probablemente no nos aclara mucho de su noción del tiempo. Parece un antepasado de PPK.

H.P.Lovecraft: un hombre perdido en el tiempo

Howard Philips Lovecraft nació en Providence, Nueva Inglaterra, en 1890 y murió allí mismo en 1937, casi sin haber salido de esa parte de la costa este norteamericana. Es decir que vivió –y sobre todo produjo su extensa obra literaria– en el siglo XX. Sin embargo, el siglo XIX alberga parte de su niñez, enfermiza y marcada por la muerte por problemas neurológicos de su padre, lo que lo obligó a cuidarse con una madre posesiva y neurótica, un abuelo fabulador con una gran biblioteca y unas tías desadaptadas (que me imagino como las hermanas de Marge Simpson). Pero más aún, como se lee en su correspondencia, su educación en medio de una familia de aristocrática decadencia, lo hacía añorar el pasado, sintiéndose y comportándose casi como un personaje dieciochesco. Y para los que lo han leído, además, se trata de un hombre que crea historias de horror “cósmico” en el que sus personajes se enfrentan a un pasado mítico ocurrido en los albores de la historia del universo. Entenderán ahora el por qué del título de esta curiosa disertación: Lovecraft es un hombre perdido en el tiempo.

¿Cuál es el tiempo de Lovecraft?

Son muchos, pero es sobre todo el tiempo de un hombre que se siente fuera del tiempo. Un hombre excéntrico en el sentido más profundo de la palabra, un hombre des-centrado, que no se encuentra cómodo en ningún lugar y probablemente tampoco en su tiempo. En términos generales, es un hombre que efectivamente está fuera del tiempo y ve con horror todo aquello que lo rodea. A las pérdidas del padre y del abuelo se suma en 1921 la de la madre, que deprime mucho a Lovecraft. Ella se había convertido en el centro del universo del escritor, la que lo apañaba y “protegía” del mundo exterior.
Es con la muerte de la madre que Lovecraft decide encontrar alguna forma de contacto con el mundo. Ante las pérdidas, encuentra momentáneamente refugio en una mujer (Sonia Greene), con quien se casa y muda a Brooklyn, Nueva York. Eventualmente terminará divorciándose y regresando a vivir con sus tías hasta su muerte.

La llamada de Cthulhu: tiempo mítico y tiempo del relato

Presumo que entre ustedes muchos conocen y han leído La llamada de Cthulhu o incluso seguramente la saga de Mitos de Cthulhu. Este relato fue escrito en 1926 y publicado en 1928. Para ubicarnos en el tiempo, es importante notar que fue escrito en los locos años 20, una época de crecimiento de la economía norteamericana, llena de esperanza y de triunfalismo luego de terminada la Gran Guerra. Es curioso pues esta es la época también de visiones menos optimistas, como las del lujo banal de Fitzgerald en El Gran Gatsby (aunque por lo demás la novela está llena de francachelas) y el caótico desorden citadino de Dos Passos en Manhattan Transfer.
Ahora sí empezaré a hablar sobre el tempo del relato de Cthulhu. Y sin embargo hago aquí la advertencia de que hay también aquí diversos tiempos. La historia empieza en los “actuales” de 1926-1927, cuando ocurre la narración, no muy lejos del tiempo real en que Lovecraft escribió la historia. Sin embargo, los hechos narrados se remontan a diferentes momentos: 1925, 1908, el siglo XIX y también mucho –muchísimo– tiempo atrás, a eones remotos que nos llevan a vigintiliones de años antes de nuestra existencia – tiempo al que volveremos luego cortesía de Stephen Hawking.
Pero vamos a los hechos principales. Estos ocurren en 1925, más precisamente entre marzo y abril de aquel año. E incluso más precisamente, alrededor de una noche del 22 o 23 de marzo. El propio Lovecraft hace un guiño a los cambios en los husos horarios, por lo que en realidad no queda claro el momento exacto en que se da un violento terremoto, que provoca a su vez los sucesos vividos por el marinero noruego Johansen y los sueños vívidos del joven Wilcox, que es con quien empezamos a sumergirnos en este mundo fantástico de Cthulhu.
El 22 de marzo de 1925 es entonces –dentro de La llamada de Cthulhu– la fecha en que ocurren desastres naturales y en que en la misteriosa isla u hogar de R’lyeh, perdida en algún lugar del Pacífico, vuelve a nosotros Cthulhu, ese ser mítico y monstruoso (al menos para nosotros) de consistencia gelatinosa, de color verdoso, mezcla de calamar gigante o pulpo inmenso y dragón mítico. Cthulhu surge entonces en una fecha precisa y nada casual. Porque nada es casual en Lovecraft. Alrededor de ese día en marzo es la fecha del equinoccio (momento en que el día dura igual que la noche), uno de los cuatro momentos clave en el año calendario y que para algunas culturas tiene relación con cambios profundos (primavera en el hemisferio norte y otoño en el nuestro) que se producen en la tierra; y que a su vez genera sensaciones especiales y ofrendas propiciatorias para los dioses en las civilizaciones creyentes.
De modo que Cthulhu aparece en un momento específico importante. Aunque en realidad debemos recordar que no aparece sino que vuelve luego de algún tiempo de estar descansando. Y es que Cthulhu, que parece haber llegado de otro mundo, está oculto en R’lyeh (es una lástima que estemos hablando solo del tiempo, porque en cuestión de espacio podríamos también hacer una investigación sobre el lugar preciso en que podría estar R’lyeh, cerca del polo de inaccesibilidad del Pacífico, el lugar más lejano desde cualquier punto de tierra firme). Pero está allí desde mucho tiempo atrás, eones antes de la existencia del hombre. ¿Eones?
Como ya pueden haberse dado cuenta, Lovecraft es un científico aficionado. Muchas de las cosas que escribe (incluso quizás sus rasgos de aberrante y espantosamente condenable racismo) son guiadas por su espíritu de investigador. Por eso inclusa menciona La rama dorada de Frazer y datos de antropólogo, geólogo y arqueólogo aficionado. Lamentablemente en su tiempo aún estábamos lejos de conocer algo acerca de la edad del universo. Faltaba mucho para que Hawking, Penrose y tantos otros descubrieran en el cosmos (ese de donde viene Cthulhu) pistas que completaran las ideas de Einstein –y nos dieran una fecha aproximada de 13 mil 700 millones de años como el momento en que probablemente ocurriera el Big Bang. De modo que lamentablemente parece que –aunque alongáramos nuestras ideas de tiempo/espacio y nuestra propia concepción del tiempo– Cthulhu no podía provenir de tantos eones antes de 1925 y mucho menos de vigintiliones de años (no he encontrado una traducción al español de este número que es algo así como 10 seguido de 120 ceros, saquen su cuenta).

Última cuestión: ¿Funciona el relato fantástico en pleno siglo XXI?

Hoy, siglo XXI, casi 100 años después de escrito el relato de Lovecraft ¿alguien puede sentirse interesado por este relato en que se habla de tiempos inmemoriales que aparentemente son científicamente imposibles? ¿En monstruos salidos de las profundidades del mar? ¿En intrigas llenas de muertes, posesiones y llamados de lo sobrenatural?
Pueden preguntárselo a Dan Brown y a tantos otros que escriben de secretos cristianos y mayas. Hace poco estuve en Cusco y fui a varias ruinas incas. Tuve la suerte de tener un guía culto y sensible, profesor de teología e historia en la Universidad. Llevaba consigo un cuaderno lleno de fotos de momentos en que en diversas ruinas incas se pueden apreciar momentos del equinoccio y solsticio y me contó historias impresionantes que tienen que ver con arqueoastronomía, el estudio de la evolución de los astros en el cielo (y su posible influencia en los hombres). Su explicación fue seria y rigurosa. Y terminó diciéndome que el “pachacuti” –la vuelta del mundo de arriba-abajo– ocurre cada quinientos años y que eso coincide con el 2012 – también previsto por el calendario maya. No es cuestión de creer o no sino de estar preparados, de modo que ya saben, no se sorprendan si el próximo año, después de tantos eones, no es nuevamente tiempo de Cthulhu de reaparecer.